El día 15 de octubre La Empalizada de Montemayor dedicó su
salida de otoño a visitar la Ganadería salmantina Herederos de
Miguel Ceballos. Esperábamos un campo encharcado a tenor de los
35 litros de lluvia recogidos en la semana y sin embargo, la dehesa
tenía tanta sed que se había tragado el agua sin enterarse: Necesita
al menos otro tanto, pero ya los arados de disco no levantaban
polvareda; algo es algo.
La visita se justificaba porque esta ganadería que hoy dirige Miguel
Zaballos, el nieto del Miguel fundador, presenta un doble interés;
por una parte había tenido según unos y tenía según otros, una punta
de ganado de Lamamié de Clairac donde sobre el papel podía hallarse
genética Mazpule; es decir, antiguo Raso Portillo; genética Vicente
Martínez, es decir, ganado colmenareño con Gijón; parladés vía
Antonio Fuentes y por si no bastara, un toque de Tertulino Fernández
Raynero, que al decir de los textos tenía procedencia ibarreña pero
que a tenor de las pocas fotografías que quedan y de la aún menor
documentación existente, en poco o en nada se parecían los “burós”
de D. Tertulino a los finos Ibarras. Añádase el toque Contreras vía
Sánchez Rico y el refuerzo Parladé vía Gamero Civico, póngase esta
mezcla teórica en manos de D. Antonio Lamamié y resuelva el lector
si tenía interés o no ver qué quedaba de todo aquello.
El grueso de la ganadería –que se llevaba separada de lo Clairac-
tenía un genoma diferente: Lesaca /Marqués de Saltillo – Santa
Coloma, vía Dionisio Peláez y Duque de Tovar gobernados por Argimiro
Pérez Tabernero, quien tomando como base el Santa Coloma cargado de
Saltillo se hizo un nombre en el oficio aunque su temprana muerte
durante la Guerra Civil, fusilado en Málaga junto a dos de sus
hijos, le impidió rematar la obra. En 1.937 su viuda loteó y vendió
la ganadería que poco a poco fue esfumándose excepto el lote
adquirido por Antonio Escudero Calvo, administrador de D. Argimiro y
buen conocedor del género. En 1.965 llegarían parte de estas reses a
manos de Miguel Zaballos Casado, familia en la que permanecen. A
estos linajes pertenecen “Adolfos”, “Vitorinos”, “Escolares”,
“Morenos” y en fin, algunos de los nombres más ilustres del toro
bravo. Estos eran los géneros que íbamos a ver.
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Cuando llegamos a Cabezas de D. Diego, en la dehesa profunda, todo
era sosiego; un inmenso secarral amarillo donde las puntas de vacas
desperdigadas en la inmensidad se cubrían del viento serrano tomando
las pequeñas hondonadas a modo de posiciones defensivas. Una tierra
en la que descansar los ánimos al pairo de perdidos reburdeos.
Territorio óptimo para el genial misántropo, catedrático, agustino y
torero fray Luis de León; ningún paraje mejor para leer su
famosísimo
“Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo”.
El paraje perfecto para vivir uno consigo mismo; es decir,
desaparecer una temporada y caminar hacia el interior, cosa que los
urbanitas dicen hacer en el Tibet y los celtíberos hacíamos antes en
la Trapa y en el Toro Vega, aunque ahora los pirulis de la Junta no
nos dejan (¡y aún nos amenazan!). ¡Cómo se repite la historia!. En
1.586 fray Luis y otros profesores salmantinos escribieron al
secretario Mateo Vázquez sobre la prohibición a los clérigos de
asistir a los toros y la concesión de potestad al obispo para
sancionarlos. Y pedían en su escrito explicaciones advirtiendo lo
que convenía la claridad y no pasarse con la bobada si se quería la
“quietud y buen gobierno de este estudio”.
Como lo de la “quietud y buen gobierno” ahora suena a
cachondeo, y lo de mirar al interior, más aún; cuando sólo vale el
palo y tente tieso, no escribiremos a ninguna potestas magna
pidiendo explicaciones y seguiremos afilando la lanza para
permanecer desapareciendo hacia adentro la mañana del Sagrado Martes
de la Peña en el Inmemorial Torneo del Toro de la Vega. Mientras,
qué bien, parece desaparecer en esta soledad de soledades; bueno,
desaparecer sólo un razonable incremento de tiempo, porque al modo
de fray Luis tiran demasiado la talanquera y las tentaciones del
diablo. Velay!, fray Luis estuvo una temporada a la sombra por
traducir al castellano el Cantar de los cantares, texto cargado de
erotismo que debía permanecer en hebreo o cuanto menos en latín para
evitar al público jaranero cornadas de demonio donde sólo debiera
hallar doctrina cristiana:.
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Y con estas metafísicas pregunté por lo de Clairac. Desaparecer por
desaparecer, nada quedaba de Clairac; demasiados problemas llevar
dos genéticas diferentes por separado, así que cuando murió D.
Antonio fueron al matadero las vacas parladés mas otras varias
sangres.
Como decíamos ayer, en este denso silencio queda a cargo de Miguel
Zaballos sacar adelante un género santacolomeño particular que –no
nos engañemos- se mantiene por lealtad a los manes de los
antepasados; quienes hoy rinden son berrendos, charoleses y resto de
ganado cárnico; lo bravo, con que no cueste, ya es bastante.
23 machos y 18 hembras tiene la añojada procedentes de 65 vacas. Esa
es la futura saca si Dios quiere, un par de novilladas o una corrida
siempre que el cliente mire más al potencial comportamiento de los
animales que a una estampa de postín, a una cara veleta y a un
cuerpo de gimnasio. 23 machos no dan para mucha selección
fenotípica.
Estos santacolomas necesitan llegar al quinto año para tener la caja
necesaria que los luzca, y es muy raro que salgan cornalones, así
que de erales parecerán birrias y de utreros poco menos … birrias
hasta que te miran; luego hay que imponerse a la mirada y torearlos,
cosa que muy pocos novilleros quieren y aún menos saben: A los
novilleros les falta talanquera, ya no van por las capeas de los
pueblos porque ahora visten traje corto, como los de la LOGSE, y
quieren toritos estúpidos; ya no aprenden maneras al precio de
sufrir los miedos y ya no saben qué hacer si el bicho se cierne, si
racanea al entrar, si no te pierde de vista, si te come el terreno,
si gira en el aire, si tiene fuerza … ; en fin, que santacolomas ni
en broma, aunque como estos, humillen, ya que el agachar hasta arar
con el hocico es el ideal perseguido en la tienta; ni aún así; estos
bichos van a Ceret, Mont de Marsans y plazas parejas donde primero
es el toro y luego el torero que quiera.
Precisaba Miguel Zeballos la dificultad que tenía a la hora de
tentar, porque la mayoría de los toreros en vez de operar en
silencio y con paciencia, vocean, silban, pisotean, agitan trapos y
eso excita aún más a unos animales muy nerviosos con los que de
entrada no pueden; a los pocos minutos ya no hay manera de
quitárselos de encima; han perdido la partida porque aún no han
descubierto que en la Naturaleza todo sucede en silencio,
suavemente, hasta el más recio combate. ¿Cuánto más en la tienta,
donde el norte es que el bicho no espabile y muestre?.
También avisó sobre el problema de las bajas por peleas entre ellos,
y aunque habían probado a enfundar, no resultaba técnicamente
posible, ya que una vez enfundados han aprendido la golosina que se
reparte en el saloncito del mueco, y cuando se quiere desenfundar o
bien es forzoso xilacinarlos o bien es forzoso jugársela. Demasiado
complicado, cuestan menos las bajas cuando los toros resultan tan
avispados estudiantes.
Mención especial merece la muy particular vacada de sobre 60
veteranas; algunas con más de 20 años, circunstancia que reduce su
fertilidad y las deja machorras más de lo deseable; tal sucede
porque es costumbre de la ganadería dejar a las reproductoras en una
especie de jubilación hasta que se mueren de viejas, sin enviarlas a
las carnicerías; es la manera de agradecerlas sus servicios.
Son espectaculares, finísimas de cabos, delicadas; de cabeza
alargada como si la hubiera pintado el Greco; más armadas que un
portaviones, exigentes, dominadoras, ligeras; mulatas en tostado,
las basta escuchar el motor para que vengan a paso ligero pidiendo
el rancho; como no se las da, se enfadan berreando a los dos
remolques de empalizados y enseñando los dientes, gesto que aún
remarca más el par de arrugas sobre los ojos tan particular del
encaste que ya aparece en las cerámicas policromas numantinas y les
confiere el aire de lo puramente fiero. Los niños más pequeños se
asustaban, en realidad son los que más fino tienen el instinto
animal, por eso las temen.
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Tras la visita a Zaballos se trasladó la expedición a Alaejos; allí,
el torero Pablo Santana tiene un complejo hotelero-taurino llamado “Vega
Olivo” donde comer a sabor y tener tienta a cargo de Santana,
taller práctico y capea para chicos y grandes.
El estado de las instalaciones es impecable, llegándose al extremo
de peinar el albero a láser y resultar imposible observar en los
impolutos encalados de las paredes ni un solo rozón; ni papeles …
nada: Impecable.
Allí tuvimos
paella, tienta y chotas, cerrando con la noche una buena jornada de
campo de la Empalizada de Montemayor.