La Afición tiene una católica costumbre: Inaugurar las navidades
abriendo al público el nacimiento en su sede al pie del Teatro
Calderón. No es la única, otras entidades y asociaciones lucen sus
nacimientos a la clientela que por estas fechas vamos de la
parroquia a la taberna y de la taberna a la parroquia entreverando
verdejos y mantecados con explosiones del arte efímero cultivado por
auténticos especialistas.
He ahí un rasgo de nuestra identidad, una vieja costumbre tan
practicada por la gente de a pie como mirada de refilón por la
autoridad competente so color del laicismo propio del tiempo y el
qué dirán los señores europeos; pero como ya estamos acostumbrados
al foso contracarro que existe entre esa autoridad postmoderna y la
gente de a pie, ignoramos el progreso y seguimos disfrutando del
ingenio, paciencia y afecto por lo bien hecho que año tras año
aportan novedades a los nacimientos.
Leer un nacimiento no es cosa baladí, sobre todo si los artistas se
toman licencias; en ese caso sucede lo que con las teorías de
canecillos románicos o las paciencias de las sillerías
catedralicias; sabes que hay un programa iconográfico más o menos
complejo, que la gracia consiste en explicar las etapas de ese
programa y que efectivamente, es más complejo de lo que parece,
porque el artista no planifica la mayoría de las veces, deja que sea
su instinto quien dicte el programa a ejecutar; en consecuencia,
leer un nacimiento pide liberarse de prejuicios, utilizar la
doctrina más pura junto con la interpretación más primitiva; hay que
dejar hablar al instinto absolutamente adoctrinado.
Buena práctica de lo expuesto puede y debe hacer el aficionado
acercándose hasta la Peña “Afición Vallisoletana”; le bastará
plantarse frente al nacimiento que este año ha hecho José María
Castellanos, desnudar la cabeza de menudencias, bobadas, doctrinas
degeneradas y rutinas oficialescas –lo que puede no ser tan fácil- y
dejarse llevar escuchando a esa voz que desde lo hondo te habla
únicamente en los grande momentos ceremoniales; esa voz genética o
voz de los muertos que te remite a los fundamentos.
- Me
puse a recortar a la Virgen, San José y tal; luego hice el
portal de Belén con el capote del anagrama de la Peña y ya
puestos ….
Ya puestos ... siguió recortando hasta conseguir material con el que
describir los principios que informan a todo buen nacimiento:
Renovación, esperanza, fe, Natura fértil, buena orden, milagro, luz
entre tinieblas … y todo ello a lo torero, a lo grande.
La fertilidad se demuestra procreando, como aquí sucede. Toros hasta
debajo de las piedras, toros lucidos y maravillosos, toros sin
tiempo arrancados del tiempo; eso es fertilidad, que precisamente
irradia del Portal de Belén: Nacimiento, fecundidad, un futuro
honrado y noble para todos (aunque no de balde), riqueza … todo eso
lo plasma José María Castellanos en un programa clarísimo. Nada de
símbolos negros: Una torada impresionante. Para nosotros los
castellanos, los que nacimos hace 1.000 años invirtiendo en ganado
como renta movible ganada a bote de lanza en aceifas sobre el Sur.
¿Cabe mejor símbolo que tamaña cornucopia?.
Aquí todos los toros son por provenir del Portal de Belén, al que
regalan con su presencia; sin tan elevada causa no serían; todo lo
más, serían simples bestias. A él sirven, de él dependen y a él se
sujetan como declara la filacteria del ángel: Gloria un excelsis deo.
Un trago de agua clara y fresca ver tanta vital opulencia cuando los
parlamentos discuten muy serios sobre si los animales ya son medio
humanos o los humanos medio animales y se legislan los derechos de
los nuevos compis reactivando el complejo de inferioridad con
respecto al animal que viene de la prehistoria y que ya Moisés cortó
por lo sano al pie del monte Sinaí, cuando el público se hizo
súbitamente animalista y comenzó a adorar al becerro de oro.
La mamarrachada podría tener hasta su gracia surrealista tan propia
de la inestabilidad urbanita si en otra esquina del periódico no
apareciera la alarmante noticia de que nos despoblamos; y en
Castilla, a marchas forzadas, aunque no pasa nada porque vendrán
otras culturas a trabajar para nosotros y serán tan sumisas como las
Cortes de Castilla y León renunciando a sus señas de identidad
milenarias; claro que a lo mejor no sucede así y piensan que el
mando no le deben tener los degenerados animalistas occidentales
incapaces hasta de tener hijos y que es momento de relevo, como en
Roma hicieron los bárbaros; esperemos que de modo menos traumático,
aunque todo apunta a que no, a que Europa sufrirá a punta de
cuchillo jamonero blandido por algún iluminado mientras las mentes
más preclaras elucubran sobre si las bestias sienten. ¡Velay!...
todavía hoy con la Antoniana Margarita a vueltas.
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Por eso este nacimiento es aire fresco cuando ves a un jinete
arreglado de parada, vara en mano, mirando a los ojos al cinqueño
furibundo; cuando ves a los cerditos y ovejitas pequeñitos en un
rincón y a dos castaños rabosos enzarzados y omnipotentes conforme
pide la buena orden, que una cosa son los cerdos y otra los toros.
Este nacimiento a lo bárbaro es la Castilla guerrera que tanto
encendía a D. Antonio, el viejo y frustrado maestro andaluz que
lloriqueaba por Soria. ¿Y el río Duero?, porque la cinta de acero
inoxidable fundido que cruza el prado raso del nacimiento es nuestro
padre Duero que como si fuera parlamentario, dicen que nace
acomplejado. ¿A quién -con un poco de orgullo- se le ocurre poner en
las fuentes del Duero esta llorada de Gerardo Diego?:
"Río Duero, río Duero
nadie a acompañarte baja
nadie se detiene a oír,
tu eterna estrofa de agua",
¡Papo!, ¡no ha nacido y ya le plantan la elegía!. ¿Cómo no va a
estar despoblada Soria?. Soria solo es en la Saca, en el Viernes de
Toros; Soria sólo es cuando decide ser y mira hacia atrás y hacia
adelante siempre que alguien por ahí no diga que es delito mirar a
tus cimientos, claro, porque entonces entonces las mujeres no paren,
los perrillos suplen a los niños y en las pilas bautismales de los
ríos se cuelgan esquelas y elegías de llorica manteles un cuarto me
debes.
Este es el nacimiento más barato de todo Valladolid, simples fotos
bajadas de internet y recortadas; algo de arena, serrín, tijeras y
palillos; pero si bien es el más barato también es el más
edificante; para los toreros. claro está. Tras visitarle te llena la
fuerza de la tradición de una iglesia triunfante que va más allá del
saquito de garbanzos para los pobres; te llena la fuerza de la
naturaleza triunfante exuberante de vida y riqueza, de juventud y
alegría; es el campamento castellano del rey Alfonso en el cerco de
Almería en el ya lejano 1.147; nada de viejos, de violones, de
desiertos, de machorras, de bestialistas ni leguleyos … caballería,
como la que desplegaba y desplegará en el Toro de la Vega no
tardando y entonces en vez de lloriqueos te vas tan contento
masticando los versos castellanos a Vuela Pluma de Francisco
Pino, poeta que como muchos parece no haber existido, pero existe;
poeta de lanceros y Toro Vega, de ribera en armas, de nacimientos y
sonetos como éste, de los nuestros :
De mi mano vendrás a ver el
Duero
desde el alto balcón de Tordesillas;
yo en él te he de mostrar las amarillas
ramas del chopo y alas del jilguero.
Contemplarás un fuego de
lucero
lamiendo con espadas sus orillas,
y te enmudecerán las maravillas
de tanto potro rosa y tanto acero.
Al álamo verás, viejo
soldado,
viejo soldado de ademán guerrero,
darle guardia de honor y honor dorado.
Detrás, las verdes velas de
un velero,
el toro del pinar bramando anclado
por surcar y beber aguas del Duero.
Y es que
uno de los toros es el Toro Vega del 2.009; sí, el Vitorino que
arrancaba alambradas dobles completas, inmortal merced a José María
y al recuerdo imborrable del Torneo vivido desde el alto balcón de
Tordesillas o sintiendo detrás la mole cárdena cómo crecía por
instantes enmudecidos por las maravillas de tanto potro rosa y tanto
acero.
Brindamos en
una pequeña taberna: El año 2.018 alancearemos otra vez al Toro de
la Vega y le traeremos al nacimiento que ponga José María
Castellanos en la Afición Vallisoletana.