Tras un largo e infernal verano durante el cual el ayuntamiento de
la villa había conseguido aprobar su nueva ordenanza para gobernar
el Inmemorial Torneo del Toro de la Vega, la cosa parecía lograda.
Sólo el Patronato se opuso a esta normativa, pues tras consultar a
sus torneantes y lanceros concluyó la Junta que tratar de poner
divisa con hierro de 3 cm. a un Toro Vega, es andar medio camino
hacia el sepulcro. Técnicamente no era viable, pero la villa por
acuerdo mayoritario aprobó esa ordenanza. Hiló fino, consultando en
la Junta de Castilla y León a los servicios jurídicos la redacción y
extremos de dicha ordenanza para no vulnerar la reglamentación
vigente y así se publicó en boletín quedando aprobada.
Esta ordenanza limitaba el número de lanceros, cambiaba el arma y
proponía sustituir la profunda ceremonia por un sucedáneo
consistente en plantar la divisa fijada en el extremo de una vara,
limitando además el número de entradas. Angelicalmente patético,
pero mejor que soltar un toro para que se vaya al prado escoltado
por marcial batallón de la Benemérita. Solución de circunstancia
hasta que hagamos con el Reglamento de Espectáculos Taurinos
Populares lo que nuestro padre Fernán González hizo con el liber
iudiciorum en medio de la plaza de Burgos: Darle fuego.
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Así las cosas, vísperas del Torneo, tuvo lugar admirable sainete que
se estudiará en las facultades de derecho. A volapluma: PACMA mueve
a Podemos, Podemos al PSOE, entrambos a la Fiscalía de Medio
Ambiente para que ésta diga que no ve delito en el nuevo formato del
Toro Vega y desvíe la atención en lo que se gana tiempo para pasar
de Madrid al ámbito local de Castilla y León, poniendo el toro en
suerte a la Sala de lo Contencioso Administrativo en Valladolid, del
Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, ánima de la
parroquia que dicta sentencia tan pintoresca como para hacer
apuestas.
Funda la sentencia en tres puntos:
1º. El toro será
atacado por 50 lanceros.
Daremos 1.000 euros a quien nos diga el nombre de tan sólo 5
lanceros. En Valladolid ignoran que nada mas se apuntó uno para
luego borrarse.
2º el “arpón” de
las divisas propuestas por el ayuntamiento de la villa, hierro
de 3 cm., puede causar al toro gravísimas heridas y aún la
muerte.
Daremos 5.000 euros a quien sea capaz tan siquiera de conseguir
clavar una divisa en la dura, resbaladiza y peluda piel del
flanco del toro. El Patronato se opuso a las divisas por
considerar que era mandar a los lanceros con toda seguridad a un
grave accidente y que la probabilidad no ya de herir, sino tan
siquiera de fijar la divisa tendía a cero. ¿Matarle?. ¡Hace
falta imaginación!.
3º Se maltrata al
animal.
Como el único elemento fiable de maltrato es observar que el
animal sale huyendo al sentir dolor, daremos 10.000 euros a
quien prendiendo divisa consiga hacer huir al toro y además un
librito del profesor Yllera sobre dolor, bravura y hormonas.
La sentencia se
nutre en el pedimiento enviado por PACMA que el TSJCyL cree a
pies juntillas sin indagar extremos; es decir, en relación
siniestra; a nadie pregunta, no instruye nada y lanza el
anatema. La Junta de Castilla y León, en vez de montar en cólera
viendo invadidas sus competencias, lo inconsistente de los
fundamentos y que nunca en la historia del hombre se había
dictado sentencia en tan breve plazo, lo que por algo será,
calla, otorga y aún aprueba por lo bajo. Todo prohibido. Ni Toro
Vega ni nada.
Y entonces el
ayuntamiento de la villa trata de soltar algo como sea, no urda
el demonio que algunos torneantes obren como en tiempos del
alcalde Elías Pérez, cuando se liaron las cosas y hubo golpe de
estado en el palco presidencial, poniendo el público por
autoridad al conocido “Artillero”, quien pidiendo la
afición un toro, respondió, nuevo Augusto, dirigiéndose a
toriles:
- Sois
pobres hasta pa pedir. ¡Papo!. !Suelta tolos toros!.
En Valladolid parece que temieron complicar el asunto y a
matacaballo, cierta Delegada de Castilla o de Madrid o vaya usted a
saber ... ¡Hay tanta gente mandando!, autorizó un par de encierros
urbano y mixto en lugar del Torneo, con lo que el ayuntamiento de la
villa descansó pidiendo albricias por su diligente gestión.
Desde fuera todas estas intervenciones parecían irreales, de los
tiempos de Calígula o de Carlos III, pero no del siglo XXI. Se
intuía el mangoneo, la inconsistencia, incompetencia, servilismo y
hasta la mala cuna y peor crianza. Era un mal sueño. ¿No afirma la
Constitución Tit I / cap. III / art. 46:
"Los poderes
públicos garantizarán la conservación y promoverán el
enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico
de los pueblos de España y de los bienes que lo integran,
cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad. La ley
penal sancionará los atentados contra este patrimonio" ?.
El mundo se ponía al
revés.
A la hora de los fantasmas algo pasada se desencajonó en los
castillos del puente a “Manjar”, mulato ligeramente meano de
la ganadería Albarreal nacido en 2.016 DIC 09, sangre de
Marqués de Domecq con Concha y Sierra y Martelilla; excelentemente
presentado tanto en aplomos como en hechuras y especialmente bien
encornado, con aparato. Era un Toro Vega.
El toro recorrió el itinerario con prontitud entrando en la plaza y
recibiendo varios cortes, algunos de ellos de gran belleza a tenor
del trapío del animal. Fue entorilado sin dar ocasión a más
comprobaciones quejándose algunos torneantes de haber hecho 100 Km.
para ver al toro unos segundos.
Asistieron al encierro cosa de 5.000 torneantes,
muy lejos de aquellas multitudes de antes de la represión; ni
siquiera el ansia de toros que se palpaba este verano movió a la
afición. ¿Qué por qué?. ¡Velay!. Porque nos gustan las cosas como
son, no como nos impongan.
Amaneció el sagrado Martes de la Peña triste. Poca pólvora para la
costumbre, diana justa, poca tensión, poca euforia, mucha ira, mucha
nostalgia, mucha frustración, mucha cabeza gacha y mucha impotencia
ante la repetida cacicada. Cuesta hacerse a la idea de que eres una
oveja bien mandada.
El río de torneantes de antaño ha quedado hogaño en arroyo que
bajaba silencioso calle de Santa María adelante recogiendo ávido la
pegatina del Patronato:
“Tordesillas existirá mientras quede
un lancero”.
El único grito de fe en la pastoril mañana. El “detente” que te
pones al pecho para que se vea que eres lobo y no oveja; el
certificado de asistencia a la mas recia y profunda ceremonia
humanista, razón por la cual es perseguida.
Cosa de 10.000 torneantes desplegaron por el Palacio, Empedrado,
Puente y Cañada sin apreturas. !Cuántas faltas!, aunque los
irreductibles como el profesor portugués Luis Capucha y señora, los
heroicos espantadores saucanos, la caballería de la Guareña, los
sogueros benaventanos, los alcarreños … el nervio humano de Castilla
la Guerrera paraba orgulloso paseando arenales.
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Bajando la cuestecilla del Cristo esperaba algo de caballería
completamente desarmada y bien escoltada por la caballería de la
Guardia Civil; más adelante, al pairo de la riberilla de la Josa,
algunos torneantes desperdigados miraban las nubes grises que la
pobre cohetería dibujaba sobre San Antolín. Vivían “el preludio”,
como llamamos a ese tiempo muy próximo al combate en el que te
liberas de lo exterior para sumergirte dentro de ti; en esos
momentos te quedas con la vista fijada a cualquier nimiedad: El
reloj, una hormiga, un pino lejano … Desconectas y poco ha poco
notas el cambio. Si tienes suficiente Motivación Acumulada estás
listo para el combate, pero eso no lo vas a saber hasta que se
acerque el toro, de modo que unos años le saldrás al encuentro y
otros te retirarás.
La línea de caballos de la Guardia Civil procedió a mandar a nuestra
Caballería que se replegase hasta el Límite Anterior del Palenque
señalado por banderas que no se habían puesto. Una guardia civil
montada en nervioso caballote mandaba :
- ¡Vayanzé a laz
banderaz!.
A lo que respondió un
jinete:
- ¿Qué
banderas?. ¡Si no hay ninguna!.
- ¡Que ze vaya
payá!.
Estaba nerviosa pese a que entre gente de a pie, a caballo,
motorizada, secreta, dronizada etc .. bien pasarían de 60 los
guardias encargados de cumplir la sentencia mecanocuántica del
TSJCyL. Apenas había allí algún torneantes de a pie.
Curiosamente y contra costumbre, este año los torneantes no
estábamos nerviosos como otras veces. No pasábamos por los estados
emotivos que pasan los torneantes cuando está a punto de comenzar el
Inmemorial Torneo.
El primero de esos estados le describe Bernal Díaz del Castillo en
su Verdadera Relación de la Conquista de Nueva España LXXVII:
“.. antes de
entrar en las batallas se me ponía una como grima y tristeza en
el corazón y ayunaba (orinaba) una vez o dos y encomendándome a
Dios y a su Bendita Madre y entrar en las batallas, todo era uno
y luego se me quitaba aquel pavor ..”.
El segundo le
define el poeta Ángel Luis Sánchez en su Oración:
“A todos
vosotros que estáis siempre -antes y después- junto a mi
soledad: Os ruego fuerza frente al miedo de este cuerpo y os
ofrezco el sueño del triunfo. Amen”.
Pero desde el año 2.016 los dos estados no parecen tan nítidos como
siempre. Ya no sientes estar en un torneo, aunque permanezcan
algunos elementos superficiales.
Cuando restralló la bomba real sobre el Duero, el griterío que
siempre te marcaba por dónde venía el toro no era tal; la carrera
del puente compacta, preñada de torneantes, mostraba demasiados
claros y el toro la recorrió al galope sin detenerse hasta la
rotonda del Cristo, donde perdonó un par de errores graves.
Tras bajar la cuestecilla y embocar la Cañada quedó con toda su
vanguardia abierta avanzando libremente hacia la Vega. Nadie cortó,
ni citó, ni se echó encima, de modo que el toro acabó llegando a la
línea de caballería siendo embolsado con prudente radio y dejándole
la iniciativa, dado que desarmada, la caballería es mero adorno sin capacidad de maniobra.
Tal vez el lance más destacado fue la intervención de los
atalancados encaramados a una de las grandes paralelas que lleva luz
a Madrid; eléctrica, por supuesto; donde el incombustible Padilla y
colegas capotearon de fortuna. Poco más hubo. Llegó el toro al Pinar
de la Vega deambulando entre los claros que dejan las líneas de
paralelas y escoltado por un caracol de caballería muy abierto
porque no podían hacer otra cosa.
Cuando algún jinete pretendía acercársele a menos de
sobre 10 m., que esta era su distancia de arrancada, el toro amagaba
salir y se detenía al punto. Ni siquiera hubo acordeones de líneas
de torneantes; sólo dejar correr el tiempo para aparentar que se
hacía .
Sería el mediodía cuando tocaron a recoger. Llegaron los bueyes y
las voces: Todos para casa, esto ha terminado, dejad a los
profesionales. Los profesionales fueron tirando del toro hasta el
Polígono de la Vega, donde unos dicen que fue necesario
anestesiarle, otros que en realidad le iban a eutanasiar y todos que
era pésimo fin para un toro bravo cuando daban sobre las 12,30.
Entonces te vienen a la cabeza esos momentos en que el lancero
vencedor subía glorioso sobre el toro y todos nos sentíamos en
comunión satisfechos de haber celebrado, gozando bienes que no
podemos describir -aunque eso sea lo de menos: !Estás en
territorio de místicos! ... y ahí se aprehende, no se escriben
novelas. Pasar la experiencia
a la pluma queda para los angélicos.
Vea el lector lo que describía así en sus Liras una angélica,
la monja carmelita sor María de San Alberto c. 1.630:
“¡Oh dulce noche oscura
que no pones tiniebla tenebrosa;
mas, antes tu espesura,
cuan ciega es deleitosa
y cuanto más oscura, más hermosa!.
Divinas negaciones,
dichosa oscuridad, dulce sosiego,
secretas invenciones;
dichoso el que está ciego
en tanta claridad, dichoso entrego. ..
.. Entré en el dulce abismo
de aquella noche ciega,
donde halla viva luz el que se entrega ..”
Por supuesto que al lector le suena tal música, aunque este año no
sonara porque garnachas, golillas y pisaverdes lo impidieron con sus
corchetes.
La columna ahuecada de torneantes subió de la Vega silenciosa, nada
había que celebrar y sin embargo, en la Plaza Mayor de la villa orondo
lancero se paseaba lanza al hombro, las dulzainas tocaban la
Danza del Toro Vega que compuso nuestro Dulzainero Mayor Jorge
Bayón y los danzantes del Grupo Juana Iª de Castilla rodeados
de torneantes bailaban la danza saliar, la única que Escipión
autorizaba bailar a los hombres honrados, la danza de los 12
sacerdotes guerreros.
El bocado de aire fresco se reforzaría en el Concejo
Abierto del Patronato del Toro de la Vega, donde los torneantes
puntualizaron los lances vividos; allí se entregó el premio de los
faroles a la panda La Escala y se brindó por la victoria con los
vinos seculares.
Por cierto, según PACMA, en la Vega hubo lanzas y ..!Espadas! (menos
mal que no vieron los morteros del 120), aunque los guardaespaldas
asignados por la autoridad a la señorita inspectora parece no vieron
nada, ni tampoco el jefe de la Guardia Civil omnipresente; como
sabemos de la profesionalidad de las fuerzas del Benemérito
Instituto, concluimos que de nuevo PACMA miente, aunque en realidad
eso no importa a nadie.
¿Hasta cuándo,
Castilla, serás chuleada?.
