Martes 17 de septiembre celebraba la villa de Tordesillas “ .. el 
			famoso y único espectáculo taurino del FESTEJO DEL TORO DE LA VEGA 
			..”… Bueno, esto, lo de festejo, según el Ilmº ayuntamiento, sin 
			duda forzado por la Junta de Castilla y León a poner sobre el papel 
			necedades tan sonrojantes como la de llamar festejo a lo que la 
			gente de la Tierra llamamos Inmemorial Torneo; a mayores de 
			camuflarlo como encierro para que tenga … ¡Cabida legal!. Y ya por 
			sacar sobresaliente en el curso de cipayo, hasta prohibieron poner 
			divisa so color de evitar sufrimientos al toro; llevar vara a la 
			Caballería para no dar qué hablar a la gente importante de por ahí e 
			incluso algún jocoso torneante decía que ni se nos ocurriera citar 
			con el tradicional “Uuuucho!” porque incurriríamos en delito 
			de odio hacia el toro y seríamos sancionados convenientemente.
			
			     
			Para asegurar la buena orden habían preparado entre el ayuntamiento 
			y la Gobernación un grupo táctico formado por sobre 200 individuos 
			con caballería, guardias especializados en lo rural, drones, 
			antidrones, artificieros, guardias secretos, protección civil, 
			guardias municipales, veterinarios siempre vivos al calorcillo del 
			maltrato animal … en fin, que donde antes se bastaba una pareja de 
			la Guardia Civil y otra de municipales, ahora necesitan un par de 
			compañías. En este ambientillo entre woke y tercermundista, quemaba 
			lo que tocara al Torneo del Toro Vega y discurrieron discretamente 
			los días entre Ntra. Sra. de Agosto, cuando se presentó el toro, y 
			su desembarque en la villa. 
			Poca publicidad, mucho descafeinado y más autocontrol para no 
			predicar a los cuatro vientos la represión que sufre nuestra seña de 
			identidad, nuestra más querida tradición. Silencio y qué le vamos a 
			hacer: Es el progreso; y sin embargo, amanecía por los Llanos de la 
			Peña el sagrado día.
			
              
                |  | 
              
			     
			El 7 de septiembre se desembarcó el toro en la plaza de la 
			Providencia. De nombre Portillo. Ganadería: El Pilar (D. 
			Moisés Fraile). Aldeanueva (Domecq.Raboso) Nº: 107 Guarismo: 9. 
			Hendido en ambas orejas. Rojo ligeramente encapuchado en castaño, 
			ojalado, cornivuelto, cornalón. Nacimiento: Abril 2019. Peso: 580 
			Kg. 
     Nada más tocar tierra exploró arrancando para ventear 
			el espacio cuanto antes, encarándose a tablas y respondiendo a los 
			tímidos cites que desde tablas se le hacían. Buenos pies. Buena 
			vista. Arrancada fácil. Carrera larga. Buena aceleración. Elevada 
			velocidad cuando se requería. Trapío irreprochable: Un Toro Vega. 
			Fue admitido con aplausos. 
			     
			La noche del 17 de septiembre a las 00.30 tuvo lugar el encierro del 
			toro desde los castillos del puente. Pocos torneantes para los que 
			acudían antes de la prohibición el Lunes de la Peña. Talanqueras con 
			un par de filas y la plaza a la mitad, pobre bagaje. Disparada 
			puntualmente la bomba, bajó el toro ligero al suelo; primero arrancó 
			contra los trapos de los torneantes dispuestos en las barandillas 
			del puente una y otra vez; luego, comenzó a derrotar sobre los 
			barrotes de la barandilla hasta descubrir la poca rentabilidad de 
			estos golpes, de modo que tomó puente arriba manifestando la 
			cualidad que nuestra Ordenanza llama “sabiduría” y considera 
			capital para declarar a un toro como Toro de la Vega: Nada de 
			destrozarse a lo tonto contra la sillería o el acero, sino buscar 
			objetivo rentable sobre el que emplearse a fondo. 
			Dicho y hecho, el toro llegó a la plaza de la Providencia mostrando 
			comportamiento similar al día del desembarco. No hubo cortes, lo que 
			manifestaba la prevención que se tenía a un bicho capaz de poner 
			silencio barbeando la barda de la barrera; y visto su buena forma se 
			guardó con prontitud. Pareció muy bien encabestrado. 
			
              
                |  | 
              
			     
			Martes de la Peña a eso de las 10 de la mañana el antaño río de 
			torneantes venido de todas partes de Europa se había quedado en 
			arroyuelo mezquino, lo mismo que las antaño generosísimas descargas 
			de cohetería que esparcían el aroma picante a pólvora río abajo y 
			nos llegaba a la Vega: Era nuestra artillería. Ahora nos pasa lo que 
			a los ucranianos, cuatro disparos de mala muerte y de corto alcance, 
			no sea que se enfade el Putin de la Junta de Castilla y León. 
			
			     
			Sólo la dulzaina del Dulzainero Mayor Jorge Bayón nos advertía que 
			estamos en fase de latencia, de espera, pero no vencidos. ¿Y cuando 
			sonaba la “Llamada al Toro de la Vega”?. Juraría que así como 
			en el soneto de Cervantes al túmulo de Felipe II, la propia ánima 
			del difunto venía a gozar del monumento funerario, las lánguidas 
			notas de ébano y llaves de plata de nuestro instrumento levantaban 
			de entre las arenas de la Vega las ánimas de Toñí y Juan Carpita, de 
			Julián Pitt Rivers, de Antonio Santander, de Eusebio González 
			Herrera … y de todos los antiguos torneantes y lanceros que en esta 
			mañana acuden al Torneo desde lo hondo del tiempo. !El Dios Hades 
			también es torneante!. 
			     
			Reunidos cosa de 6.000 torneantes a pie y sobre 90 de a caballo, 
			desplegaron cómodamente en los comienzos de la Cañada de Foncastín 
			los primeros y en el antiguo Límite Anterior del Palenque los 
			segundos. Mañana de vientecillo suave, temperatura 19º C y humedad 
			relativa sobre 30%, de modo que eran de esperar polvaredas si la 
			caballería se movía, pero eran pocos jinetes. Deprimía ver a la 
			antigua bellísima Caballería Castellana desarmada, sin una mala vara 
			con la que defenderse. 
			     
			A las 11 salió el toro de su chiquero dispuesto en la calle de San 
			Antolín; veloz pero sin precipitaciones. Tomó Empedrado abajo 
			vigilando lejanos cites hechos desde los extremos de una calzada 
			casi vacía de corredores. Igual sucedió en el puente, por donde el 
			toro avanzaba con su frente despejado y espacio bastante para 
			incluso volverse ante el menor cite. Al poco estaba en el Corro del 
			Cristo, donde se le dieron algunos cortes y entró bajó control de 
			los ahora llamados “pastores”, en tiempo llamados vaqueros, mozos o 
			chicos y Comisión de Campo por nuestra Ordenanza. Llamense como se 
			quiera, estos toreros son el mejor equipo que ahora puede reunirse 
			en Castilla y eran de los pocos capaces de torear a trapo al toro o 
			cortarle. Disciplinados, conociendo el oficio y bajo la auctoritas 
			de Cesar Fernández, consiguieron oponerse al dominio del toro, 
			hacerle bajar la cuestecilla del Cristo y enfilarle en la Cañada de 
			Foncastín, donde tuvieron lugar algunos lances a trapos aplaudidos 
			por los torneantes que veían las dificultades del toro. 
			
              
                |  | 
              
			     
			Ya en la Cañada el toro comenzó la retirada. Digo retirada, no 
			huída. Y como buen táctico recetaba un contraataque tras otro a 
			tablas, al que trataba de citarle, al que se acercaba a menos de 10 
			metros; en fin, que se replegaba comodante y hacía nacer la 
			prevención en las talanqueras; aún no era miedo, pero sí suspicacia 
			recordando lo sucedido el año anterior. A las 11.08 llega al 
			caminillo que da acceso a la Josa Alta, se pega a la talanquera y la 
			sigue andando hasta llegar a su final. Para. Da vuelta de horizonte. 
			Ventea. Escarba. Los torneantes, lejos y quietos no le incomodan y 
			de pronto se vuelve, barre talanquera a toda velocidad regresando 
			hacia la villa sobre sus pasos y a las 11.11 h. de nuevo llegaba al 
			Corro del Cristo entre los gritos de atalancados que ya pasaban de 
			suspicaces a mosqueados. 
			     
			Poco le duró el apego a la querencia del Cristo pues a las 11.15 h. 
			volvió hacia la Vega mas lento aún, más peligroso, batiendo el 
			terreno en zigzag y golpeando tablas, tratando los vaqueros de 
			limitar sus exabruptos, pero era evidente la necesidad de ser 
			apoyados por los caballos-guía. Los vaqueros se negaron a ese apoyo 
			que les vino y las talanqueras también, recriminando a los 
			caballos-guía la entrada en terrenos del peonaje; no obstante, entre 
			los silbidos encelaron al toro y tiraron de él Cañada adelante hasta 
			llegar a las proximidades del antiguo campo de tiro, donde el grueso 
			de la Caballería trató de hacer caracol capaz de limitar, absorber y 
			dominar al toro. Trabajo inútil, sólo tenían dos o tres varas y 
			además eran reticentes a usarlas con la contundencia que pedía el 
			caso, no fuera que les multaran, de modo que el toro no sentía 
			hierro, apretaba cada vez más fuere, cada vez más largo y el 
			diámetro del caracol crecía tanto como disminuía la voluntad de 
			vencer de los jinetes. 
			
              
                |  | 
              
			     
			A las 11.30 h. un feroz arreón del toro desarma los restos del 
			caracol y regresa de nuevo hacia la villa con la caballería detrás 
			siguiéndole entre los “Fuera! Fuera!” de los atalancados, las 
			revueltas del toro y el abandono de talanqueras cuando se 
			aproximaba, porque el mosqueo ya había pasado a miedo a tenor del 
			par de empellones que propinó el toro en sus ataques. De nuevo el 
			toro entre el Corro del Cristo y los castillos del puente, el Torneo 
			parecía desordenarse. Demasiado hueco en las talanqueras del Corro, 
			demasiada inactividad que aprovechaba el toro para dominar hasta el 
			extremo de causar un accidente hacia las 11.45 h., cuando limpiaba 
			terreno. Tres torneantes se parapetan tras los monolitos de la 
			rotonda del Cristo, delicada posición difícil de usar. El toro se 
			acerca; ellos, fiados de la anchura de los monolitos los utilizan a 
			modo de abrigo esperando burlar al toro, pero le pierden la cara; el 
			toro husmea, se ciñe como culebra girando a toda velocidad y 
			sorprende a uno de los torneantes que resultó herido de gravedad y 
			al que deseamos la más pronta recuperación.
			
              
                |  | 
              
			      
			Sobre las 11.50 h. el dominio del toro es completo deambulando entre 
			el Corro y el transformador, bajando para atacar remolques y 
			talanqueras; unos le citan desde tablas y otros recriminan a los que 
			citan temiendo que el toro derribe las defensas, al final llegan a 
			las manos sin mayores consecuencias, pero en la Vega creen que las 
			voces se deben a que el toro ha roto talanqueras y salido hacia la 
			carretera de Madrid. 
			     
			Poco antes de dar las 12.00 h suceden dos accidentes sin graves 
			consecuencias causados por la velocidad y codicia del toro que ha 
			aprendido lo inimaginable usando y abusando de su endiablada 
			aceleración y precisión de embestida. 
     Los torneantes atalancados piden ahora la intervención 
			de la Caballería que ya tiene dispuesta la parada de bueyes para 
			retirar al toro y dando las 12.00 h disparan la bomba que da fin al 
			Torneo. A las 12.05 h. el grueso de la Caballería y la parada 
			retiran al toro de la rotonda del Cristo a toda máquina y cabalgan 
			hasta la altura del Parador, donde deteniéndose inician la marcha 
			lentamente hacia el Prado del Zapardiel. 
			
			     
			Subió la gente silenciosa de la Vega sabedora que el Torneo debiera 
			haber finalizado con la victoria o con la muerte del toro, pero no 
			así. Faltaba lo principal de la ceremonia. Nos habíamos faltado a 
			nosotros mismos. 
			 
			
			