CARTEL DEL PATRONATO INMEMORIAL TORNEO 2.025 

José Ramón Muelas.

 

 

     Este cartel trata sobre la mirada del toro y sus efectos.

     A los toros no se les mira a los ojos: Se les mira al ojo.

     Si están paciendo tranquilos te devuelven la mirada tan insensiblemente como lo haría el Discóbolo de Mirón: Puro, frío y viejo mármol; luego, cuando han entendido que estás estorbando, al punto se desentienden  y siguen a sus cosas. Caso de no entenderlo y ponerte pesado tensará orejas, variará pupila y creerá haberte advertido: Estás entrando en su terreno y serás atacado o –si le coges de buen día- dará la vuelta y se alejará de ti.

     Si para tu desgracia has caído en su poder al revoltijo de polvo y astas oscilantes, el ojo del ahora diablo convergerá enfocando hacia ti y tú sólo verás una bola entre blanca y rosa agitada, resoplidos que suenen a sábana rota y el silencio total que en la Naturaleza anuncia a la muerte.

     Tanto en uno como en otro caso extremo el globo ocular parecerá barnizado en satinado; esa extraña luz pegajosa es la llave capaz de desencadenar en tu subconsciente emociones oscuras que parecen venir de muy lejos. El problema es que intuyes, pero no descubres con nitidez el sentido de esas emociones; bucólicas, si reinan las paces; ardientes, si estas combatiendo.

     Podríamos conjeturar que ese marco emocional responde a una disposición bioquímica recibida en tu genoma que se activa cuando miras al toro y te mira; generado en tus antepasados cuando se relacionaron ceremonialmente con los bovinos, ha llegado hasta tí. Al menos hacia ahí apunta la arqueología; de hecho el yacimiento turco de Göbekli Tepe contiene el templo más antiguo levantado por homo sapiens hasta el momento; se cree fue construido hace 11.500 años, abundan los  huesos de bovinos y en uno de sus monumentales pilares trapezoidales está labrado un toro bien armado, el hecho de aparecer asociado a animales peligrosos nos advierte sobre la consideración en que ese bovino era tenido.

     Mas claro, aunque más moderno, 7.000 a.C. aprox., es el caso de los santuarios de Çatal Höyük en Anatolia, donde numerosos bucráneos de barro llevan puestas auténticas cornamentas de bovino. Ignoramos el sentido profundo de bucráneos y relieve pero parece evidente la relación entre lo inmaterial y las encornaduras en estos lejanos tiempos; dado que no utilizaban metal ni –posiblemente- dominaban la ganadería, lo más probable es que estemos ante hechos de caza a punta de flecha o lanza de silex magníficamente tallado. Y eso deja huella profunda.

     Todos recordáis algunos momentos vividos en el Inmemorial Torneo o en otros toros ceremoniales. ¿No los relatáis en cuanto surge la ocasión?. ¿No os sentís orgullosos de vuestra reacción?. ¿No os acompañarán hasta el sepulcro?. Díganlo lanceros tordesillanos, espantadores saucanos y la lista interminable de toreros tradicionales curtidos en nuestras villas y lugares. Y eso … ¿Puede generar alguna molécula orgánica o grupo asociado capaz de marcar secuencias que llegado el momento de la multiplicación pase a los descendientes?. ¿Una mutación genética a lo divino?. ¿Se hereda el revolcón de ánima que sentiría el cazador anatólico viendo a la bestia caer de flanco … o al colega roto de una cornada?. Luz satinada y recuerdos tan vagos como profundos.
     Perfilarlos y hacerlos emerger era consecuencia inmediata de tornear  en el Inmemorial Torneo a cualquier nivel, desde el mirador del Palacio hasta el infierno de la Vega pero ese conector de momento nos le han robado para “civilizarnos”. Es la represión roussoniana que disfrutamos. Nuestra Señora de la Peña nos asista.

     Tras estas elucubraciones hacer un cartel es más fácil: Se toma una foto de Jose Carpita, a ser posible de cinqueño malencarado a la búsqueda de presa que merendar. Se la inunda de luz satinada brotando entre tinieblas. Se la contrapuntea con pardos y negros azulados, colores del combate nocturno. Se matiza el globo ocular -servirá de punto de atracción- haciendo reflejar talanqueras, contraluces y líneas que le hagan similar a una cámara térmica, algo casi extraterrestre, y se planta la literatura anual: Inmemorial Torneo, nada de espectáculo, ni similares tontunas forzadas por la tocinillería de los tiempos. Ya está el cartel. Juzgue el torneante.

 

Patronato del Toro de la Vega. Tordesillas (Valladolid)