Pero no solo en las Ventas sino también en Zaragoza, Burgos,
Valladolid, Sevilla, Valencia, Granada, Córdoba… Llenos de gente
ávida para ver el espectáculo grandioso de la Tauromaquia. Y no
digamos si reflejamos los pueblos de España en donde la fiesta
patronal se dilucida y disfruta con correr toros. Muchedumbres
inmensas, incontables, de jóvenes que acuden a ver los encierros,
correr los toros, aupados en una talanquera, en un remolque, en un
tablado, en un balcón.
Ni sitio hay para asistir a esa llamada indeleble, marcada creo que
en la raíz humana de la historia española, pese a las diatribas y
cortapisas de quienes ni creen en la fiesta, ni la reconocen salvo
como muñeco de pin, pam, pun, para seguir en su cruzada animalista y
antitaurina, creyendo que así van a regenerar y acabar con una
costumbre que les aplasta cada vez que lo intentan.
La verdad es que son constantes en la labor de zapa contra la
Tauromaquia, eso es indudable, pero seguramente en cuanto las modas
les distraigan de ese objetivo, buscarán otro distinto, diferente,
que pueda servir a sus intereses.
A quienes gustan de la Tauromaquia, cada vez más número, les han
despertado el interés y el seguimiento, sobre todo gracias a los
ataques orquestados contra ella y un número más combativo se apresta
a defender lo que es suyo, herencia de sus mayores, de su ayer, de
su hoy y de su futuro.
La lucha por los toros siempre está garantizada, al menos eso
creemos quienes hemos visto la evolución de las cosas, y así la
naturaleza del ser humano, bien regada de apoyo económico y
adormecida por la reiterada propaganda de un relato aunque sea falso
es capaz de cambiarse de bando, de acera, de sitio, de lugar y de
tiempo.
Una palabra que repiten cuando se esgrimen argumentos propios es la
de RESPETO, esa que queda conculcada, olvidada y aborrecida cada día
y en cada momento, cuando se contraría la idea propia de los
impostores exhibicionistas de la bondad. La Tauromaquia pese a
tantos y múltiples ataques sigue viva entre la gente, en el pueblo.
Y así no extraña que pueblecitos por ejemplo de Valladolid como
Peñafiel, Tudela, Tordesillas, Rueda o Medina del Campo se llenen de
expectantes espectadores, seguidores de la emoción pasional ante el
enfrentamiento con un toro de lidia. Así que pese a quien pese, esto
sigue vivo y coleando. Luego ya, dentro de cien años, todos calvos.