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MI INTENSA LOCURA

Ricardo Otero Femández. Presidente de ACARTE

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Artículo publicado por la Asociación de Encierros de Medina del Campo en la publicación "Nuestra Fiesta", nº 0 de Marzo 2.004

Aún me vienen a la memoria los momentos pasados en mi juventud, cuando de la mano de mi padre acudía a esas incontables fiestas que se celebraban en los pueblos de España, fiestas donde la principal atracción eran sus festejos taurinos populares.

Antonio, que así se llama mi padre, me explicaba y se esforzaba en que yo comprendiera en que consistía cada uno de los festejos a los que acudíamos, y si estos tenían una razón o historia del porqué se celebraban, también me lo detallaba, así fui aprendiendo a respetar las costumbres y las tradiciones de cada pueblo, bien distintas unas de otras aunque los pueblos fueran cercanos entre si.

Antonio, me inculco la adoración que ahora tengo por ese hermoso animal, protagonista incuestionable de estos festejos y por ende el respeto y cuidado que también le debía. Nunca me oculto que estaba jugando con la vida y con la muerte y siempre me dijo que hiciera lo que hiciera lo realizara de una manera en la que el riesgo fuera el mínimo para los demás, que nunca pusiera en peligro la vida de otros por mi culpa o torpeza.

Mi padre una vez acabado el encierro me relataba lo que a su entender había sucedido, tanto lo bueno como lo malo, no se guardaba ningún detalle y ningún reproche a los que lo hacían mal como tampoco se cortaba en elogiar lo bueno ya los que lo habían hecho bien. No tardaban en incorporarse a la conversación amigos, conocidos o vecinos del lugar de donde estábamos y convertirse la charla padre-hijo en una tertulia que en algunas ocasiones terminaban en unas comidas de hermandad. De esas tertulias y comidas nacieron amistades que pasados mas de 25 años aun conservo, amigos que distribuidos por toda España considero uno mas en mi familia,

Recuerdo que en todos los lugares existieron y existen personas anónimas dispuestas a .jugarse la vida por un compañero en peligro, recuerdo que llegábamos a los pueblos con tiempo de sobra antes de empezar el encierro y que una vez acabados estos no nos importaba permanecer con los amigos hasta bien pasados estos, costumbre esta que lamentablemente se esta perdiendo, Recuerdo que eran fiestas en las que siempre éramos bien recibidos y tratados, fiestas en las que las personas eran lo más importante y se pensaba en el interés del pueblo y en una diversión intensa pero sana.

Mi gran pasión por esta afición entonces creo que está justificada, educado en el respeto a las tradiciones, y puesto que esta afición me ha colmado de muy buenos momentos, de buenos amigos, he conocido una incontable cantidad de pueblos y gentes, y pasado muchos momentos de emoción, nada tengo que reprocharle sino al contrario darle las gracias y por eso ahora dedico todo el tiempo que puedo a defender, promocionar, y enseñar estas tradiciones,

¿ Cómo puedo y de qué forma? Agradecer a esta afición la enorme satisfacción que tengo al poder recordar esos momentos por mí vividos en los que antes con mi padre y ahora junto a mi hijo he pasado primero aprendiendo y después enseñando.

¿Cómo explicar? Los momentos de nerviosismo intenso antes de la suelta de los toros, la aceleración del corazón al empezar la carrera, la subida de adrenalina al acercarse la manada, el sentimiento de peligro ante la cercanía de los toros, el apuro ante la necesidad de encontrar una salida, y por fin el momento culminante de juntar todos esos sentimientos y disfrutar de ellos junto a los amigos contando y escuchando la película de los hechos.

¿Cómo contar? Que ves que la muerte se acerca con paso firme hacia ti y que amigos y desconocidos van poniendo a su paso impedimentos para que esta no llegue a ti.

¿Cómo decir? Que esos amigos te sacan de las manos de la muerte una vez que ésta te tiene agarrado e indefenso poniendo su propia vida en peligro sin pensar en ello.

¿Cómo dar? El reconocimiento debido a esas personas que en ningún momento pensaron en ellas y sí en los tuyos y en ti y se deshacían en atenciones y cuidados ante un amigo herido.

¿ Cómo decir? Que después de todo quiero más aún a los míos y respeto mas a los desconocidos.

¿Cómo puedo? Agradecer que en los ultimas carreras del año he podido sentir lo que en otro tiempo sintió mi padre, correr unos encierros junto a mi hijo ha sido una de las experiencias mas

gratificantes de mi vida. No desconozco y sé el riesgo que mi hijo corre participando en un encierro, pero también sé que Ricky, que así se llama mi hijo, ha contado con el mejor maestro posible, y este no es otro que la TRADICIÓN que de padres a hijos va pasando generación tras generación, esa sabiduría popular no escrita que a través de los años se va acumulando en la memoria de nuestros mayores.

¿Cómo entonces contribuir a que esto continúe? Pues mi idea y la de algunos de esos amigos fue crear una asociación que defendiera, promocionara, guardara, enseñara y disfrutara de los festejos taurinos populares. Entonces nació ACARTE, la Asociación de Corredores, Aficionados y Recortadores de Toros de España, que en un principio los tres primeros llamábamos la secta.

Una asociación para defender principalmente las tradiciones y a partir de ese día estoy dedicado a que la ACARTE salga adelante y aunque esto junto con una cornada me haya apartado de la cara del toro solo tengo agradecimiento a la asociación y sus socios.

No tengo reproches a la falta que ahora mi hijo tiene ante la ausencia de mi persona a su lado en los encierros, puesto que ahora cuenta con mas maestros de los que nunca pensó, puesto que todos y cada uno de los socios de ACARTE en cada encierro al que acude le enseñan, informan y protegen como si yo mismo fuera o mejor en la mayoría de los casos.

Por todo lo anterior y para que mi hijo pueda enseñar a los suyos, lucho y luchare con todas mis fuerzas. Yo deseo que los míos disfruten de nuestras tradiciones y que no le impongan las de fuera. Entonces mi conclusión después de todo esto y después de pasar momentos de miedo infantil al ver

a mi padre ante los toros, de emoción al verme a mí mismo ante los morlacos, de miedo y preocupación intensa ante una cornada sufrida, y de un gran miedo al ver a mi hijo ante esos mismos toros que yo corro, es que estamos todos locos, pero qué hermosa locura. Yo quiero seguir loco por lo que me resta de vida.

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