Llegar a Medinaceli el sábado de la celebración del rito
jubilar por la mañana es encontrar a la gente relajada tras la
procesión, comentando temas relativamente banales. Unos hablan
de la cena y la noche anterior, otro compra lotería de navidad,
alguno concede entrevistas a la televisión o prepara las de la
tarde, se pregunta por el que aún no ha llegado,…
El tiempo pasa rápido hasta el momento en que se hace la hora de
la comida, en ese momento, parece que las caras comienzan a
cambiar.
-“Bueno voy a comer y a intentar echarme la siesta.
¿Quedamos sobre las seis?”
-“Si, sobre las seis es buena hora. Yo también me voy”
-Si, ya es hora de comer.
En
apenas dos minutos no queda nadie. El pueblo queda desierto a
excepción de un par de parejas de turistas que preguntan
curiosos por el montón de leña y las talanqueras de la Plaza
Mayor.
A partir de las seis van llegando poco
a poco a las antiguas escuelas: ¡Ahora si que las caras han
cambiado!.
Pocos han podido dormir durante la siesta. Unos reparten la leña
en cinco montones, representando a los Cuerpos Santos de los
mártires Arcadio, Probo, Eutiquiano, Pascasio y Paulilo; otros
comienzan con el barro...
Se organiza la entrada a la plaza por un único acceso,
controlado como estos últimos años por un fuerte dispositivo de
la Guardia Civil. Uno que a la carrera abandona a la visita para
vestirse con el mono ceremonial, otro que dando “tranquilos”
paseos por la plaza aparenta matar los nervios.
Poco antes de las ocho llega el camión con Barquillero,
utrero negro perteneciente a la alcarreña ganadería de “Juan
Barriopedro”. Le acompaña Belén, la ganadera, nerviosa ante
la responsabilidad.
A las nueve todo listo. Quedan dos horas y media que se hacen
eternas y en las que las dudas de un año de parón se hacen casi
insoportables. Preguntas sobre si la pez esta bien apretada, si
el tranchete está afilado, si esta bien fijado el poste,…
A las once y media de la noche se abre el toril y sale
Barquillero. Un pequeño problema con la puerta trasera hace
que los mozos de la cuerda de retaguardia trastabillen y no
puedan sujetar bien la maroma. El toro gana unos metros de
cuerda, se revuelve en el palo y se lía la cuerda ligeramente.
Se sujeta al toro a cuerpo, los mozos se unen entorno a
Barquillero, que hace volar a alguno.
Se recupera cuerda delantera, se deshace el nudo y se ata al
poste sin mas contratiempos.
Se ajusta a la testuz la astilla de madera y sobre ésta la
gamella con las bolas de pez.
Se encienden las bolas y se las golpea para que ardan los mas
uniformemente posible. Raúl coge el tranchete y se acerca al
poste. Mete la mano, el toro cabecea, pierde el tranchete.
Recibe el de repuesto, vuelve a tantear, mete la mano y corta la
cuerda. La plaza rompe en el primero de los aplausos de la
noche.
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El novillo responde bien, se dosifica, no llega a derrotar en
las talanqueras, pero arranca franco y fuerza a los cites que le
proponen. Y Belén comienza a relajarse.
La bola izquierda se apaga a las 00:25. La derecha se apaga tres
minutos después, pero acto seguido se enciende. Vuelve a
apagarse a las 00:37. Y comienza la traca tras una bola que ha
permanecido 48 minutos encendida. Pero al minuto vuelve a
encenderse. Volvió a apagarse y encenderse otras tres veces más,
acabando por salir el manso a recoger al burel, dándose la
singularidad de que el toro regreso a toriles con una de las
bolas encendidas ante otro atronador aplauso.
Tras el rito las caras eran de satisfacción absoluta. Santi,
Oscar, Enrique, Jesús, Eloy, Ana, Laura, Javier, Miguel,
Raúl.... Todos y cada uno de ellos irradiaban satisfacción ante
el rito celebrado con éxito.
El domingo, poco a poco, todos volvemos a nuestros lugares de
trabajo, Madrid, Barcelona, Zaragoza, Murcia, Bruselas,… son los
destinos hacia donde parten los coches, pero en todos ellos se
van descontando los días para la vuelta al Toro Jubilo, el lugar
donde se vive, la raíz, el ser.
