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Un año más acudimos a la Ciudad del Cielo para completar la
ceremonia Jubilar. En nuestro caso, el rito comienza con la llegada
a la misa y posterior procesión, con la presencia este año de Mons.
Abilio Martínez Varea, Obispo de Osma-Soria. Vemos a Santiago,
Enrique, Armando, a las Anas, a Felipe y Goyo (anterior y actual
alcalde),… Tras el saludo e intercambio de loterías, un vino de
hermandad y comunión.
Como es costumbre se intenta sonsacar quien será el encargado de
cortar la maroma. Aún no hay confirmación. Lo que si hay
confirmación es de la presencia de Sven, un alemán que ha venido a
conocer la secular tradición, vale más Sven solo, que cual rey mago
sigue la luz radiante de la noche medinense , que los cuatro de las
seis de la tarde. Los cuatro de las seis de la tarde son apenas 40
miembros del PACMA, que por allí andaban para hacer una
concentración en la zona de la estación y por lo que hubo que mandar
un destacamento de 200 Guardias Civiles. El presidente y una pequeña
comitiva, por la mañana, iban paseando tranquilamente
pueblo adelante extrañados que los violentos taurinos les
dejasen hacer videos en la plaza sin molestar, cruzarse con la
procesión o mirar el menú en aquellos bares donde la comitiva
jubilar paraba. Y por la tarde, que su videógrafo estuviese en
primera línea de la zona de prensa sin que nadie le molestase,
mientras algún medio taurino estaba en segunda o tercera fila; es
cuanto menos curioso, cuando no hacen más que decir que deben
infiltrarse porque nadie les deja asomar. Deberíamos plantearnos
denunciar a Delegación de Gobierno la autorización de estos actos,
tanto por un dispendio innecesario como por causar situaciones en
las que pueden acabar en altercados de orden público. Esta
concentración dispone de más de 360 días al año para realizarse,
pero no en esta fecha.
Tras la comida presenciamos en el Palacio ducal la conferencia
moderada por Enrique Rubio, ganadero de serrana negra y alcalde en
Berlanga de Duero además de licenciado en Bellas Artes. En la mesa
estuvieron Javier Tarín, presidente de la Plataforma para la Defensa
de la Tauromaquia Tradicional y patrono de la Fundación Toro de
Lidia, François Zumbiehl, Catedrático de letras clásicas y doctor en
antropología y Pablo Lozano, ganadero de bravo, empresario y
apoderado taurino y licenciado en Bellas Artes.
Al acabar la misma, salimos a la plaza donde ya empezaban a dominar
la situación los monos grises. Últimos retoques a las pilas de leña,
ajustes al pilón, descarga del toro, actor principal en la ceremonia
e idolatrado por todos los presentes, comenzaba una cuenta atrás de
casi tres horas hasta las once y media. Los nervios hasta ahora
controlados empiezan a asomar. Por fin Hugo se unge con el
tranchete. Él cortara la cuerda. Muchos lo intuyen por la situación
personal. La necesidad y obligación de ofrecer la liberación del
Dios Toro a quienes no están, pesa. Siempre los muertos acuden a
nuestras ceremonias. La gravedad en la mirada está presente.
A dos horas del festejo, reunión entorno al pilón. Aparece Sven
guarnecido de gris. Últimas consignas mientras miran los videos en
la pantalla. Faltando algo más de una hora empezamos todos a tomar
posiciones entorno a la plaza. La zona destinada para la asociación
empieza a llenarse de familiares y jubilares que acaban de dejar el
sagrado mono gris. El relevo generacional va tomando forma, aunque
la vieja guardia se hace notar y continua con el peso ceremonial.
Siempre nos fijamos en la parte interior de la plaza. Casi nunca nos
percatamos de la extrema gravedad que se vive desde fuera, sobre
todo, por no tener una participación más directa y controlar lo que
ocurre. Sabemos que están, pero no los vemos; como ejemplo Rubén,
que sin el mono parece que anda más que años anteriores. No vemos a
padres, madres, hijos, tíos… todos pendientes y mirando dentro de la
plaza. Todos serios, sin gracias; las pocas que se hacen denotan
incontrolable inquietud.
Algunos lo llaman fiesta. Pues no se está divirtiendo nadie. La
responsabilidad, necesidad y obligación de cumplir con aquello que
heredamos y debe ser transmitido se hace notar. Porque fueron,
somos. Porque somos, serán. Falta media hora. Hugo se moja los
labios con agua. No creo tenga sed. Escucha a Oscar, su primo, quien
corto la cuerda por segunda vez hace unos años. La muerte de su tío,
el padre de Hugo, le obligaba. Hugo deja la botella al borde de la
plaza. La recoge su pareja.
Ésta salta, habla sin parar, canturrea, controla a los fotógrafos,
que renombra a placer según donde trabajan. Charla con EFE, que está
con JOTA. “Soria Noticias, has cogido buen ángulo”. ”Freelance,
no tapes al francés” “Parla, tu para quien trabajas?”:
Parla documenta para los que están en la estación. En esta vorágine
pasa desapercibido cómo sujeta con todas sus fuerzas el tranchete
que utilizara después Hugo. Toda la fuerza que tiene la intenta
depositar en él.
El reloj marca las once y media, ligeramente pasadas. Sale la
cuerda. Pasa por el ojal. Detrás va el de Domínguez, llegado desde
Funes. Se le sujeta al pilón. Hugo se aparta y coge el tranchete,
espera en un lado a que llegue su momento. Todo el mundo se acaba de
enterar quien cortara la cuerda. Quien tenía el tranchete siente un
vacío en las manos. La necesidad de llenarlo hace que agarre la mano
de un desconocido. Miguel, Enrique, Armando, Pascual,… pelean con el
burel, ajustan la gamella.
El Dios es ungido en barro. Raúl enciende las bolas de pez. Hugo
avanza a cortar la cuerda. Se revuelve el toro, le golpea en la
oreja y lo trastabilla; se recompone y corta la cuerda, saliendo
hacia la talanquera. La tensión de todos desaparece; su pareja
flaquea de piernas y es sujetada por un amigo. A Sven se le iluminan
los ojos. Las bolas apenas duran cinco minutos.
Se ha cumplido con la ceremonia, se ha celebrado el rito, la
obligación de la tradición ha sido satisfecha. El toro es encerrado,
se le quita la gamella y embarca al camión pleno de facultades.
En las escuelas, reunión de hermanamiento. Primeras impresiones. El
velo de gravedad empieza a caer y la alegría acude a Medinaceli. En
“La Empresa” empieza la fiesta, aquí sí se divierte el
personal.
Al día siguiente, algunos intentan quedarse solo con sus restos. Su
simplicidad no les permite ver y entender lo complejo de lo vivido.