No se presentaba el año especialmente atractivo a tenor de lo que el
Ilmo. Alcalde de la villa declaraba en el programa de fiestas:
“Este año celebraremos nuestro Toro de la Vega como festejo
popular, una vez el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y
León suspendió de manera cautelar las nuevas bases del festejo
propuestas el pasado ejercicio. Seguiremos en el camino de
mantener con vida nuestras tradiciones en base a la legislación
vigente. Debemos sentirnos orgullosos de nuestra cultura, de
nuestra historia y legado, y que hoy por hoy sigue vivo en
nuestras calles y plazas”
En román paladino: Qué somos como Pueblo pende de la opinión de un
tribunal de justicia que de momento no resuelve, así que se
mantendrán las tradiciones no conforme prescriba el devenir
histórico y la voluntad de ese Pueblo, sino como ordene la
legislación vigente, que vemos no ordena y tememos aplique la famosa
Agenda 2030, esa que dice: No tendrás nada y serás feliz.
Lo de no tendrás nada parece evidente; lo de ser feliz
.... !Se han pasado con la raya!. De cualquier modo nosotros
lo tenemos claro: hoy, sagrado Martes de la Peña, celebrábamos el
Inmemorial Torneo del Toro de la Vega en su VIII año de represión y
allá los negros (lo digo por las togas, claro).
Los prolegómenos fueron atípicos, incluso mediado Agosto no parecía
venir la Peña y aunque cada día me gusta menos mirar hacia atrás, ya
que la ley ordena modernidad y eso empieza por olvidar quien era tu
abuelo; siendo la Peña tiempo de licencias, procedía soñar con
riberas del Duero en el desierto afgano.
Mano de santo. Levantas el verdejo en los soportales de
la Plaza Mayor. Te tapas los ojos para no ver al guiri y de pronto
empiezan a dibujarse los antiguos tablados con aroma a pino de la
Vega, utrero, martillazo, carbamida, cayada, churros, sandía y
alegre juventud, las congas y raspas que ocupaban la plaza esperando
encerrar al Toro Vega y otras ocupaciones festivas que ya sólo
existen en las fotos.
Pero otros detalles no reviven por mucho que te esfuerces. ¿Dónde el
corro de parroquianos que a partir de Ntra. Sra. de Agosto
opinaba –o pontificaba- a pie de barra sobre el Toro Vega comprado
por el ayuntamiento?; este año, no; ni siquiera parecía aproximarse
la Peña. Faltaban los chicos haciendo encierro calle San Antolín
arriba y abajo, las voces altas en las tabernas de la Plaza, los
conciliábulos a puerta de limonada en la calle de San Pedro, las
compras tempraneras de cayada nueva (ya se sabe que todas las peñas
cae una), los carros aún más tempraneros bien surtidos de ron y
limones (no de esas horribles naranjas sudafricanas a las que llaman
Valencia) para la limonada, circulando pasillos de Alimerka; las
mozas bocahuchas capaces de sacar los colores a la vieja de la
Celestina ….Había demasiadas ausencias, por la plaza campeaban
jubilados, postmodernos, urbanitas y guiris, pero no aquella fauna
que in illo tempore te espabilaba el ánima y el alma.
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El domingo SEP 03 estaba previsto desencajonar la torada de la Peña
y el Toro Vega; sin embargo, la tromba de agua caída había vuelto
impracticable la plaza de la Providencia y se retrasó dicho
desenjaule al miércoles SEP 06. La afición, con ganas de Peña, llenó
¾ de plaza; parecía de buen humor y bastó nombrar al Toro Vega para
que los tendidos aplaudieran; no obstante, la demora causada por las
complicadas maniobras de los camiones acolándose a las rampas de
descenso, el escaso trapío de algunas de las reses e incluso la
falta de ejemplares con pinta particular, redujo la aprobación.
Algunos silbidos acabaron en bronca cuando desembarcó
el sobrero del Toro Vega y, curiosamente, en silencio, cuando
desembarcó el Toro de la Vega Gavilanillo; ni aplausos ni
silbidos, ni nada: Bajó el toro, cimbeleó entorno a los cabestros,
paró mirante, no citó nadie, los torneantes comenzaron a abandonar
la plaza, abrieron toriles y entró sin pena ni gloria.
Gavilanillo no saldría al parecer lesionado, sustituyéndole un
cinqueño llamado Mirabajo, Numero: 11, Guarismo: 8, de la
ganadería Pío Tabernero de Vilvís con señal de oreja: Hoja de
higuera en ambas y pinta castaño oscuro, bocidorado, recorriendo su
espalda una cinta roja degradada; de sobre 550 Kg., bajo, ancho,
musculado, armado de aparato muy abierto y afeitado, aunque con
discreción; claro que a la hora de clavar no pregunta cuánto quiere
meter pues sabe que debe meter lo más posible.
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El Martes de la Peña a las 00.30 h. fue soltado en los castillos del
puente. La noche agradabilísima, de viento cero, favoreció la
asistencia de torneantes especialmente a las murallas, pues la plaza
seguía presentando numerosos huecos aunque ofrecía mejor aspecto que
el año pasado.
Bajó el toro la rampa trastabillando hasta engancharse
con la baranda derecha de dicha rampa sin dar impresión de haberse
dañado. Correteó el puente inspeccionando qué había y entró en
nirvana; es decir, se movía poco y en querencia, miraba todo
adoptando una distancia de arrancada muy corta de modo que no
respondía a los cites; tampoco a los intentos de los cabestros por
cobijarle, ni aún a cortes con trapo o cayada; por eso pasaban los
minutos sin llegar a la plaza.
Daba la impresión de toro reviejo y corraleado,
inseguro sobre asfalto pero controlador preciso, prevenido, en
guardia, de los que no fallan si se arrancan; sólo faltaba ver el
tipo de embestida, la arrancada y el remate de ésta. No lo sabríamos
hasta que pasada la 1 entró en la plaza despejando dudas: Dio tres
arrancadas con tal aceleración que no daba tiempo a reaccionar; la
carrera era larga, al menos de 15 metros, remataba en tablas y
barría de abajo hacia arriba superando las bardas de la barrera.
Parecía fuerte de manos y sobre todo de patas, ya que en caso
contrario no habría podido mover sus 500 kg. largos logrando tan
elevado incremento de velocidad en tan poco tiempo.
Peligro. Era un Toro Vega feroz y esperante, de los de antes.
Probado a satisfacción sin utilizar implementos propios de la
corrida conforme señala la Ordenanza del Patronato del Toro de la
Vega, fue guardado con aprobación y respeto. No ese respeto
conmiserativo que pide en los encierros la cursilería woke, sino el
respeto que procura un bicharraco imprevisible capaz de desarmarte
en un momento. Si el Torneo fuera de acuerdo a la costumbre, cabría esperar un
combate épico, como el del Maestro de Lanza D. Luis García Carrión
el año 1.975 o el del gran lancero D. Luis Enrique Posada Vega el
año de 1.994, y otros héroes de nuestra tradición frente a bestias
de la catadura de Mirabajo.
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Amaneció el Martes de la Peña tan apacible como la noche anterior;
ni siquiera se levantaban polvaredas en la Vega; 19 ºC., viento
cero. También con más asistencia, poco más, que el año anterior.
La Caballería no llegaba a 100 jinetes convenientemente desarmados y
vigilados por la Caballería de la Guardia Civil. Los torneantes
paraban en las talanqueras del embudo y algunos en el puente
mientras se entreveraban en el cielo las bombas reales con las notas
catalizadoras de nuestra música tradicional. Candeal, Jorge Bayón,
el capador de Bercero … los que resistirán al tiempo, los que te
siguen poniendo los pelos de punta mientras en corrillo vaticinas
qué puede suceder.
Y de nuevo te encuentras con conocidos y amigos de tan atrás que ya
ni te acordabas. Las torneantes de Coria, mozas que obligan a su
padre a venir al Torneo, aunque éste rabia a todos los diablos
porque abomina de sucedáneos, pero dicen las chicas que hay que
seguir hasta la victoria y viendo el buen relevo, sonríe. Juan
Sagarra Gamazo, padre de los hidalgos castellanos de hoy día y
toroveguista de los que venía a caballo con su familia bajando el
Duero para tornear, pero que hoy viene a pie por lo que ya he
repetido hasta la saciedad. Luis Capucha y su mujer Fátima,
irreductibles torneantes portugueses de Vilafranca que nos exigen
obrar como Barrancos en la defensa del Torneo … Y de repente daban
las 11: Suena la bomba.
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Abierto el cajón, salió el toro prevenido reconociendo el nuevo
entorno; la situación pedía haberle puesto divisa capaz de
impulsarle Empedrado abajo; imposible, también está prohibida. Al poco
remató contra las primeras talanqueras, bajó hasta la curva y dio la
vuelta barriendo a los torneantes que habían asomado. Circularía
sobre la curva, boca cerrada, cara levantada, atento sin lanzarse en
un terreno peligroso para él, marcando hasta llegar a la boca del
Empedrado, donde no dudó en saltar el malecón demostrando buena
forma, precisión y duras manos. Sobre las 11.12 h. comenzó a bajar
el puente manteniendo el mismo comportamiento- Llevaba la vanguardia
despejada; aún más la retaguardia.
Mantuvo su comportamiento en la rotonda del Cristo;
luego, fue bajar la cuestecilla, abrevar en el charco frente del
merendero de Pajés, acicalarse el lomo con heno seco y ya en su
terreno, comenzar la función.
A las 11.25 h. un lance confirmó las
previsiones: Cortado lateralmente, pese a que el torero le entró a 4
ó 5 metros, salió como rayo hacia él. El ligerísimo torneante se
coló entre rollizos pero otro torneante más atento a su teléfono que
al toro fue sorprendido, enganchado y arrojado por encima de la
talanquera, milagrosamente no recibió daño de consideración; giró el
toro rabioso barriendo talanquera, lanzándose contra otro torneante que
acudía al quite y que libró por saltar a la desesperada. Como una desbrozadora, tomó el toro velocísimo rumbo y
despejó todo el entorno, regresando de nuevo a la fase de espera;
otra vez la paz: Había ganado este combate.
Las caras de los atalancados reflejaban la tensión del momento. El “espectáculo”
o "festejo" taurino, tradicional o no, se había convertido en
lo que es: Una ceremonia de guerreros donde la vida y la muerte
danzan juntas.
El siguiente lance acabó de poner el Palenque a punto de arte. A las
11.31 h, unos metros atrás de donde sucedió el lance anterior, el
toro atacó imprevisiblemente la talanquera de rollizo de calibre 15
cm. . La partió al medio como si fuera una cerilla y salió del
itinerario rumbo sureste hacia la noria de la huerta de Maricucha
arrollando lo que encontró, derribando a los atalancados en medio de
carreras hacia los coches: El marco estaba roto.
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La Caballería, que desplegaba en las banderas, abandonó esa línea y aún
desarmada se acercó hacia la noria; entonces tuvo lugar el lance más
hermoso del Torneo. Serían las 11.32 h. cuando crecido el toro
campeaba a campo raso, encampanado y dominante todo en su torno
agitado, al decir del poeta; era el único cierto entre los
desconcertados torneantes parapetados cada uno donde pudo subiendo a
los techos de los coches o replegándose hacia talanqueras.
Silencios espesos y algún grito de mujer, dudas,
atenazamientos y el tercer miedo que aparece; ese miedo neolítico a
la idea de la bestia-toro que hemos destronado y que vuelve a pedir
cuentas, el que en alguna ocasión atenazó a Curro Romero, el que
paraliza y no hay modo de superar. Es el Día de la Ira. El reflejado
en el cántico milenario con que despedían a nuestros abuelos en la
puerta de Santa María camino del sepulcro.
Dies iræ, dies illa, /Solvet sæclum
in favilla, ..
(El día de la Ira / cuando los siglos ya sean ceniza
..).
Mors stupebit et Natura, /cum
resurget creatura,/iudicanti responsura…
(La muerte y la Naturaleza se admirarán, /cuando
resucite la criatura /para que responda ante su juez.)
Ese miedo que siempre (bueno, casi) vence, te expulsa, te hace
rendir, te lleva incluso a pedir perdón no sabes muy bien a qué ni a
quien, pero resurge el complejo de inferioridad ante Natura y
regresas a carroñear con tus colegas las hienas, ya no cazas, ya no
eres un hombre, eres un “demócrata”.
No es un toro lo que ves, sino la quintaesencia de
Natura en lo bueno y en lo malo; a la que expulsaste del trono para
sentarte, a la que levantabas monumentos primero y soberbio
alanceaste después, pero que ahora vuelve y temes irracionalmente
mientras las terribles estrofas del himno parecen trazadas sobre las
olmas por D. Félix López Zarzuelo, el canónigo - torneante que
seguro para hoy por aquí con licencia no del papa, pero sí del
Arcángel.
¿Quid sum miser tunc dicturus? /¿Quem
patronum rogaturus?, … Ingemisco, tamquam reus,/culpa rubet vultus
meus …
¿Qué diré yo entonces, pobre de mí? /¿A qué protector
rogaré? .. Grito, como condenado; la culpa enrojece mi rostro.
Iuste Iudex ultionis, /donum fac
remissionis /ante diem rationis.
Justo juez vengativo/concédeme el regalo del
perdón/antes del día del juicio.
Y en tan recia coyuntura aparece el torneante D. Víctor Galván,
reencarnación del diabólico orgullo castellano. Se planta vertical
en el rastrojo pardo como el arcángel San Miguel del Valle de los
Caídos. Tira de chaqueta elevándola al pecho en rectitud y cita.
Sale la bestia como proyectil contracarro. Desplaza
el impávido torneante la chaqueta hacia su izquierda. Recoge preciso
justo cuando remata el toro y sale éste despedido, burlado y
rabioso: Otra vez el hombre le ha robado la cartera. Restallan
aplausos.
Salió furibundo corriendo hacia talanqueras y la línea de coches allí
aparcados y todo fue tan rápido que alcanzó a varios torneantes,
resultando un herido grave; luego, de nuevo la tensa calma a la
espera de que la caballería o los peones evacuaran al toro. ¡Cuánto
se echaron de menos los caballos guías prescritos por la Ordenanza
del Patronato!. Se estaba a merced del toro, sin ninguna dirección,
sin orden táctico….. Pero daba igual, el Toro había perdido. Sólo
faltaba el lancero que de nuevo cometiera el magnicidio; hoy
exiliado por el progreso hacia el caos, aunque oculto como D. Felix
en el éter, no se veía y se alentaba. Lo heroico te hace comprender muchas
cosas.
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El Gobernador Civil y colegas no quieren excentricidades de este
tipo. ¿Qué dirán los señores de la Agenda 2030 si resucita el Cid?.
¿Dónde quedaría la igualdad?. Así que urgía terminar aquello que por
otra parte sólo podía acabar con la muerte del dios resucitado y
bueno, para eso están las fenciclidinas; nada de muerte. Anestesia.
Paraba el toro trazando nuevas maldades en la alberca
donde soleaban el agua de la huerta, cuando se procedió a dormirle,
serían las 12.00 h.; a las 12. 11 h. una pala cargaba el cuerpo del
feroz Mirabajo.
Me dicen que aplicado el fármaco antagonista, Mirabajo
resucitó de entre los muertos en buen estado y que podría soltarse
en el encierro final del Jueves de la Peña, lo que no harán (y hacen
bien). Su destino será el matadero, donde acabará verdaderamente
estresado al no disponer de los equipos hormonales que en el combate
le insensibilizan, allí no habrá oportunidad de vencer.
El Torneo sirvió para hacernos ver aún más claro lo que de momento
hemos perdido: La libertad.