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ESPEJO DE TORNEANTES
DEL TORO DE LA VEGA

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O relación de sucesos notables acaecidos a muy diversos torneantes por los que se demuestra cómo nuestro torneo es ritual del más elevado valor para las gentes de Castilla, ocasión en donde manifestar grandes virtudes y yunque donde probarlas. Y aquí se ponen a modo de ejemplo.(añadido de JRM)

Tordesillas 2000.

(Escrito por JLG).

Correr los toros es una práctica de caza que comenzó en la Edad Media y que pronto pasó a interpretarse como un espectáculo en el que sólo podían participar los nobles a caballo, mientras que el pueblo lo hizo a pie. Tal es el momento, la situación y el remedo cinegético que aún pervive en Tordesillas, enraizándose en lo más profundo de nuestra tradición, de nuestra vida y de nuestra historia: EL TORO DE LA VEGA, el arquetipo de los toros corridos, patrimonio común, bien público y honra de esta Villa castellana. Durante su celebración han surgido numerosos ejemplos, verídicos, incontestables y reales que dan la prueba evidente de su profunda y enigmática representación anual, con motivo de las fiestas en honor de Nuestra Señora de La Peña.

Como botón de muestra, sirva para este espejo de torneantes en el que se miran hombres y mujeres, niños y viejos de Tordesillas el siguiente ramillete de anécdotas, sucesos y realidades que prueban lo profundo de un sentimiento y de una vida aceptada sin discusión, que gira alrededor de su mito: EL TORO DE LA VEGA DE TORDESILLAS.

 

1954: Excelente mañana la que amaneció Dios el martes de la Peña. El Toro de la Vega ya había alcanzado tal renombre e importancia que ese mismo año, el servicio filmográfico del NODO vino con sus reporteros a la Villa y situó sus cámaras para recoger en un fantástico reportaje las fiestas, pero especialmente la lidia del Toro de la Vega. (la signatura de las películas tienen en la Filmoteca Nacional los números de localización 612 B y 614 A).

Lo que las cámaras no recogieron fue el suceso protagonizado por Teresa González Bragado quien, una vez soltado el toro por la calle de San Antolín desde la plaza y enfilado el viejo Empedrado, corre detrás de la gente por ver si alcanza a llegar al palacio a tiempo para ver a su sabor bajando al toro por el puente y por el corazón del Cristo.

Enseguida las voces de alerta: ¡que se vuelve!, ¡que viene!.

Teresa retrocede sobre sus pasos y alcanza la ventana de la casa de los Laguna, justo donde hoy se encuentra la entrada trasera de la Casa Consistorial. Se sube como puede, gatea con el sofoco y con falda y puede ver al toro entre la confitería de Mariano Serrador y el comercio de la señora Engracia.

Uno de los que participaban en el torneo había conseguido arrancar una de las banderillas de fuego que se colocaban al animal para avivar su embestida y venía con ella corriendo como alma que lleva el diablo.

¡ay Dios! ¡ Virgen Santísima, que le coge!. El muchacho, azorado acude al lugar donde estaba Teresa e intenta subir a la reja, pero con la zozobra del momento, le clava en una pierna la banderilla.

Pronto la sangre corre por la pierna de Teresa. El dolor y los gritos de las gentes horrorizadas por lo que veían desde el tablao alto de San Antolín y desde las portadas correspondientes de la plaza gritaban:¡aguanta, aguanta!.

Así pasaron unos minutos eternos, inacabables, con el dolor del pinchazo y sin poderse bajar de la ventana por la cercanía del Toro. Enseguida, otros torneantes llamando al animal, le hicieron bajar hacia su destino en la Vega.

Cuando la recogieron y la llevaron a curar dijo: "No ha sido nada, no os preocupéis por mí que estoy bien. Curadme rápido y llevadme a verlo que yo no me pierdo el Toro Vega".

 

1972: Se corre ese año el toro "Oriental" de la ganadería local de Pedro Puertas Rojo. La primera parte de su lidia había resultado sin ningún incidente, pero una vez dado suelta hacia el campo del honor, el animal se aquerenció en la zona conocida como el Empedrado. Uno de los torneantes, Javier González Martínez, "javito", llama al toro sucesivamente desde las puertas de los váteres que cortan el acceso hacia San Antolín y Postigo. En uno de los momentos que el toro hace hilo por él, Javito intenta subir a la puerta para atalancarse, pero resbala y el toro, viendo la presa fácil, se ceba con él, cogiéndole, volteándole y dándole una paliza de padre y muy señor mío, aunque una vez ido el toro tras soltar su presa, el muchacho se levanta, sacudiéndose el polvo y sin un rasguño.

Su padre que estaba a pocos metros de donde sucedió el percance, sólo acertó a decir: " Este hijo mío, si no es torero, si no le gustan los toros... Pero ¡cómo quiere al Toro Vega!".

"Y el Toro Vega a mí, padre; y el Toro Vega a mí"- contestó Javito.

 

1975: Se corre un toro viejo de Pedro Puertas que sustituye a otro jabonero de Zahera de Medina del Campo, inútil para la lidia. Tras hacer de las suyas como se recoge en los anales de este año, Luis García Carrión (a) Canuto recientemente licenciado de la legión, alancea al toro, cara a cara, en una tierra de patatas de la Josa de Quintín. El animal embiste a Canuto, al sentirse herido y le produce un cornada en la bolsa testicular que a poco lo deja en el sitio.

Trasladado rápidamente en ambulancia a la Residencia Onésimo Redondo de Valladolid, una vez curado de urgencia en la enfermería de la plaza, le meten en el quirófano para operar. El cirujano que le va a operar, Santiago "Santi" mientras le ausculta y le preparan, sólo oye que Luis dice una y otra vez blanco y demacrado por la pérdida de sangre: "Eh, doctor. Yo he matado al Toro Vega". Enseguida la anestesia y el ruido del bisturí, los instrumentos clínicos y la transfusión, la manos de Santi y la Providencia hicieron lo demás para salvar la vida a Canuto.

 

1986: Se corre un toro de Agustínez de San Muñoz y toda la bóveda celestial dejó caer agua a manta durante la lidia. Jarreaba pero la gente, calada hasta las huesos, protegida por plásticos, con paraguas aguantó estoica todo el tiempo.

El torneante Angel Taladriz, de 70 años, un mes y medio antes operado del corazón, con una válvula aórtica implantada y con la recomendación de los médicos para que guardara reposo y vida tranquila, presenciaba el torneo en el mismo Puente de Tordesillas como un torneante más. Sus zapatos hacían de presa a cada uno de los regatos de agua que discurrían puente abajo. y él como si nada. Uno de sus amigos, condescendiente al ver la situación le dice: "Pero Ángel, mira como estás de calado hasta los huesos. Vamos al hotel, que estás mal, y te secas un poco, que no es bueno que te mojes". Y Ángel Taladriz contestó, rechazando amablemente la invitación que se le ofrecía, con estas palabras: "Pero dónde voy a estar mejor que aquí, en el Toro de la Vega".

 

1987: Se corrió el toro Tornero de Asunción Labajos. Ese año, poco antes de la hora del comienzo, las asistencias de la Cruz Roja reciben una orden extraña: Ir a Bercero, localidad cercana a Tordesillas, con la ambulancia equipada y recoger a una mujer, una señora mayor que se encuentra enferma y traerla a la Plaza porque dice que no quiere morirse sin ver el Toro de la Vega. La solicitud, cursada a través del Presidente de la Comisión de Festejos Gerardo Abril y la anuencia del alcalde de Tordesillas Elías Pérez, llega a Javier de la Cruz, conductor de la ambulancia. El equipo se pone en marcha y al llegar al domicilio en Bercero, la señora les dijo: "Sólo fui a Tordesillas a ver al Toro Vega en una ocasión cuando era muy pequeña. No me quiero morir sin volver a verlo. Gracias por venir y llévenme enseguida".

La acomodaron en la ambulancia y en una silla de ruedas la introdujeron en la plaza desde donde la señora pudo ver cumplido su deseo de ver el Toro de la Vega, gracias a los miembros de la Cruz Roja local.

 

1992: Se corrió el toro Palomero de la ganadería pamplonesa de hermanos Santamaría López.

El toro muy ligero entró en el campo del honor por el lateral en donde se sitúa el viejo Pozo, al lado de la Cruz Roja. Allí cogió a dos personas, un hombre y una mujer, lanzándolos por el aire como si fueran muñecos.

Pues bien, el hecho en sí tiene su anécdota. Ella se llama Celestina y es de Vadillo de la Guareña y él Pedro Varela, de Alaejos. Ambos habían venido juntos a presenciar el Toro de la Vega, afición que tenían desde hace muchos años, según dijeron.

Lo que tal vez no se sabía es que Celestina dejó una nota en casa para su marido que se explicaba de este tenor: "Ahí te dejo las lentejas. Te las calientas y vas comiendo, que me voy al Toro Vega".

Después con la tardanza, y las indagaciones posteriores llamaron al buen hombre por teléfono para decirle que su mujer estaba en el hospital a donde la habían trasladado como consecuencia de la cogida y él acertó a responder: "Esta mujer es que lo vive eso del Toro Vega". Nunca hemos preguntado si las lentejas se enfriaron.

 

1993: El toro Bonito de la ganadería salmantina del Cura Valverde vence en el torneo.

Eran casi las tres de la tarde y el toro es declarado triunfador, al no poder darle muerte ningún lancero. Como el toro no puede permanecer allí, le iban a dar un tiro para matarlo. Las gentes se oponen a la decisión incluso uno de ellos, Gerardo Abril, corre el riesgo de ser atropellado por el land rover de los guardias, uno de los cuales llevaba dispuesto el fusil e incluso encañonó al animal. Como el chino en la Plaza de Tiennanmen ante el tanque grita y se subleva para que no se sacrifique así al toro, sino que sea trasladado a los corrales del prado con cabestros por haber sido el ganador del torneo.

Las voces van en aumento, empiezan a caer piñas y a lanzarse con el ruido característico, oponiéndose el personal presente a que se cometa tal desafuero. Entre deliberaciones y acuerdos para adoptar una decisión, mientras tanto, un señor jubilado que allí estaba, viejo torneante y alanceador, Eduardo Rollán es de los que también protesta. Un caballista le grita: " pero este viejo, cuánta guerra está dando" y él contesta: "La doy porque tengo que darla. Al toro hay que respetarlo". Se recrudecen las voces y las piñas, pero llega el ganadero y vaqueros con la parada de cabestros, alterada e inquieta por el griterío, para recoger al toro Bonito. Y así lo llevaron al corral. Fuesen y no hubo nada.