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Una reliquia extraordinaria de la antropología española.

EL TORO DE LA VEGA

Jesús López Garañeda

Cuando en Tordesillas llega la fiesta de septiembre, el Toro de la Vega protagoniza uno de los momentos más esperados, de tal forma que sin un aparente festejo, desarrollado conforme a los cánones tradicionales recibidos de los mayores en la mayor parte de los casos por tradición oral, parece como si a la fiesta la hubiera faltado en realidad algo.

Durante muchos años se han lidiado toros de la más diversa catadura, pelaje, raza, ganadería y asiento. Toros grandes, chicos, cortos, largos, ligeros, pesados, sabios, bravos y mansurrones, lesionados o afectados por alguna dolencia, tuertos o rabones. De todo ha habido en la viña de esta fantástica y peculiar lidia.

El festejo del Toro de la Vega es singular en el mundo, único en los anales de la tauromaquia, tan representativo de Tordesillas como cualquier singular edificio, monumento, aporte o hecho histórico en el acontecer tordesillano. Su desarrollo congrega a millares de personas venidas de los pueblos comarcanos, de todos los lugares de España e, incluso, del extranjero y su atractivo radica en el alanceamiento a campo abierto, entre los pinares de su nombre, a orillas del Duero.

Debe saberse que el Toro de la Vega de Tordesillas es único y famoso por su desarrollo tradicional. No es un toro que se echa a la calle para correrle de arriba abajo, de un lado a otro. El toro de Tordesillas es reliquia antropológica por su contenido innato en él. Sus protectores son, somos, tenemos que ser los tordesillanos. Modas adaptadas de otras latitudes de la geografía española pretenden que el Toro de Tordesillas sea un toro de calle, para correr y cortar; cuando en realidad su razón de existir es "para la vega, con sus clarines". No puede ser aceptado, ni tenido como normal, la inclusión de esos vaivenes de la fiera, para arriba y para abajo, como si fuera un toro cualquiera de los que se corren en muchas calles de otros pueblos y ciudades.

"Mandaron otro soltar de igual brío y de braveza y por tanta gentileza, salió al punto a campear; quiso tanto bizarrear, que se sirvió de desdoro su furia; y no lo ignoro que a vista de tanta gente, entre los cides valientes desmenuzaron al toro".

Quiero recordar con esta décima de Santiago España y Peralta, arpista de la catedral de Salamanca que la escribió y que viene publicada en mi libro "El Toro de la Vega. Lo más genuino de un pueblo", el sentido propio de la lidia del Toro de Tordesillas, la singularidad y su razón de existir: El campo libre y los lanceros, sea a pie, sea a caballo.

En el hermosísimo puente de Tordesillas, verdadera joya arquitectónica, al lado de su castillete en unos lienzos desaparecidos podían leerse estas dos quintillas:

El otero de las sillas
descercando socorría
muchas ciudades y villas
y con sus llaves caudillas
las cerraba y las abría.

Los reyes que aquí moraron
casas y templos dotaron
y en las dudas y rencillas
de la Real Tordesillas
sus personas confiaron.

 

Prolija es la documentación existente acerca del Toro de la Vega, un festejo rancio, antiguo y tradicional como la esencia misma de Tordesillas. Muchos papeles han recogido la documentación de este singular y gratuito espectáculo. Por poner un ejemplo para aquellos que deseen acudir, sólo están excluidos del mismo los clérigos por mandato del Obispo de Valladolid que en una de las visitas que rinde a la Villa, al observar que "hay muchos clérigos que con hábitos indecentes y vara salen a los toros de la vega, ordena S.I. que nadie que esté ordenado de orden sacro salga a lidiar los toros de la vega so pena de excomunión, cuarenta días de cárcel y multa de 400 maravedís aplicados para obras pías".

¡Cómo estaba el clero, y qué afición no demostraría para llegar a esta situación extremada y coercitiva que debe adoptar la autoridad episcopal!. Por el contrario, todos cuantos decidan darse cita en Tordesillas para presenciar el rito, la reliquia antropológica que significa el Toro de la Vega tienen una hora y un día de encuentro con lo mejor de un pasado taurino antropológico, 15 de septiembre a las 11 de la mañana.

Hacia el puente de Tordesillas y por su aledaño, pasará el Toro de la Vega, olfateando el aire, orientando sus velas "como dos alfanjes moros de hoja muy bien afilada". Llegará al Cristo donde le esperan "caballos y caballeros, llevando a la grupa hombres que quisieron ser lanceros". El toro se adentra en el terreno, en el campo del honor, el campo de la verdad. Allí " sin capas ni burladeros se defienden de la muerte los atrevidos lanceros". Uno a uno como es de ley intentarán alcanzar al toro, darle muerte con su lanza, pero "y si la lanza se quiebra, quiebra su cuerpo el piquero, dándole media verónica con la franela del viento". Por eso, a la vega hay que acudir en perfecto estado de cuerpo y ánimo "ten cuidao, no agarres una tranca, no te enchispes con la limoná, que si el toro en la vega se arranca, corre, corre, que te va a pillar".

El pensamiento que más bulle entre los que allí están " a ese toro he de matar, aunque me cueste la vida, que me mira mi chavala y me protege la Virgen de la Guía". Al final es posible que "valientes de Tordesillas le mataron con sus lanzas, a ese que tiene la gracia y la bravura de España".

El festejo taurino de Tordesillas es popular donde los haya, tiene una simbología que se renueva cada año y supone un acicate espectacular para las fiestas de Tordesillas, su complemento idóneo: Ya se sabe que el juego con el toro es algo innato en estas tierras, pero la caza del Toro, la lidia y muerte del bos taurus ibericus a lanza, sólo puede contemplarse, para bien o para mal, en esta vieja villa castellana. La reliquia antropológica está un año más entre nosotros.

 

(Para cualquier ampliación del interesado lector en este apasionante tema taurino del Toro de la Vega, puede dirigirse al Ayuntamiento de Tordesillas, sección de cultura, en solicitud del libro "El Toro de la Vega. Lo más genuino de un pueblo", del que es autor el firmante de esta colaboración o al patronato del Toro de la Vega el estudio "El Toro de la Vega, una reliquia antropológica")